viernes, 21 de septiembre de 2012

LECTURAS DE ORO



Existen entre nosotros los que reivindican la desaparición de las corridas de toros argumentando ser una tradición española. Son cretinos. También tenemos otro tipo de imbecilidad: la de los que piensan que todos los vascos que rechazamos las corridas somos antiespañoles. A esos dos colectivos van dirigidas las siguientes líneas.

Cantidad de veces hemos comentado que la perspectiva que podamos tener acerca del mundo que nos rodea cambia constantemente al ritmo de las circunstancias. Las personas somos cambiantes y, como consecuencia, también lo es el mundo. O, por lo menos, los sentimientos que sin pausa concibe en nosotros el planeta. ¡Que no son pocos!

Hubo en mi tierna infancia un libro de lectura obligada, que para cuando llegó a mis manos en 1956 llevaba ya la friolera de 74 ediciones. Se trataba del titulado “Lecturas de Oro”. La iglesia franquista,  con el deseo firme de que a través de lecturas de fácil digestión nos empapáramos de la necesaria emoción religiosa, había echado mano de un libro de Ezequiel Solana, ilustre pedagogo fallecido en 1931. Entre paréntesis, cabe decir que el citado autor era abuelo de Luis Solana, ex diputado del PSOE y ex director de RTVE.

El libro es una colección de cuentos ñoños  para niños/as de 7-9 años. Pero, aunque al lector le parezca extraño –que no sé por qué le tiene que parecer- lo guardo aún con cariño en mi biblioteca, con algunos otros libros de aquella época. Me han valido para hacer un recorrido por las vicisitudes sociales que hemos atravesado desde entonces. Y he de confesar que suele resultar un ejercicio agradable.

En el cuento titulado “Los gansos y la tortuga”  un quelonio es transportado por los aires, cogido de la boca a un palo que sostienen en sus picos los ánsares. Y al pasar por encima de un caserío, los niños (no se cita a ninguna niña) que ven el espectáculo desde el suelo gritan:

-         “Mirad, mirad” Dos gansos que llevan en un palo a una tortuga”

Respondiendo la viajera:

-         “A vosotros ¿qué os importa? ¡Pillos, bribones, tunantes...”

Por supuesto, al abrir su boca cayó la tortuga a los alrededores de la casa.

Y el final de la historieta terminaba con un:

“Fué a caer entre los mismos chicuelos, que tuvieron motivo para reirse de ella hasta que le dieron muerte”

Está más que claro que Ezequiel Solana, pedagogo de renombre en su época, no habría superado las actuales leyes del mercado con finales como el de este cuento.  Perdón, igual sí lo habrían aceptado entre los imbéciles arriba definidos.


Traducción del artículo que escribí en euskera en mi blog ETORKIZUNA ETORKIZUN el 3 de septiembre de 2012.