miércoles, 28 de diciembre de 2011

QUEMAR EL CULO AL AÑO


Vine al mundo en Aramaixo,  el único pueblo de Alava en que, en opinión de los honorables miembros de UA (Unidad Alavesa), el euskera tiene algo de historia. Y he de confesar que nací castellano parlante y que así me escolarizaron, todo ello gracias a especímenes semejantes a los uniónalavesistas, quienes impusieron a la fuerza su ideología. La personalidad euskaldun que no me llegó a través de la leche materna la adquirí a base de mala leche, como tantos y tantos, aun a pesar de que los antecesores de los UA nos pusieran todas las trabas y más, impunemente.

En algunos pueblitos de Alava perdura viva una costumbre que se repite el último día del año. Durante el postrero anochecer de diciembre se apilan en la plaza del lugar todos aquellos utensilios que han quedado inservibles, susceptibles de quemar y se les prende fuego. A esa ceremonia se le dice “errepuierre”, es decir, “urteari ipurdia erretzea” o, en román paladino, quemar el culo al año. Los chicos y chicas que cantan y bailan alrededor del fuego piden frente a los trastos convertidos en cenizas por el fuego purificador que el año entrante les traiga nuevas experiencias y muchos bienes.
Me ha llamado por teléfono hace unas horas mi amigo Xabier Mendiaga para felicitarme el Año Nuevo y me ha confesado que para él 1992 sería suficientemente bondadoso, si todos y cada uno pudiéramos engancharnos dignamente a un trabajo, si los políticos vascos aparecieran un poco más valientes a la hora de hacer frente a quienes nos impiden el despegue, si los intelectuales fueran algo más profundos y claros en sus mensajes a sus coetáneos sobre compromisos a adoptar en esta sociedad actual tan desorientada, si los escritores y resto de creadores fuéramos más críticos a la hora de separar el trigo de la paja, si los euskaldunes, en general, nos comportáramos más responsablemente en cuanto al significado de esa palabra...

El reto no es baladí.


Traducción del original en euskera, que publiqué en Euskaldunon Egunkaria el 29 de diciembre de 1991

viernes, 23 de diciembre de 2011

“La piedra me ha hecho tomar conciencia de Euskal Herria"

 Iñaki Perurena. Levantador de piedras



El nombre de Iñaki Perurena evoca en la mente de quien lo escucha la figura de un hombre fuerte. Y así es, en efecto. Y se puede decir que a partir de ahí empezó todo…
Pero Iñaki Perurena, además de ser levantador de piedras, es muchas cosas más. Tanto es así que,  hoy en día, si preguntáramos a la sociedad vasca sobre la identidad de Iñaki, no está claro qué es lo que respondería. Porque no es una tarea nada sencilla la de acotar a este leitzarra.
De todas formas, a Iñaki Perurena hay que relacionarlo necesariamente con la piedra.
 
Iñaki y la Piedra.
Iñaki, la Piedra y el Pueblo.
Iñaki de piedra y el Pueblo Vasco.

 
Había una vez un pequeño pueblo totalmente rodeado de peñas, excepto por el lado del cielo… Y nació allí un muchachito que más tarde llegaría a dominar la piedra. A su nacimiento, más de uno se preguntó si no sería de piedra…
Estamos en Leitza, una pequeña localidad de la montaña navarra. Podríamos decir que también es un pueblo de aizkolaris. Un tío mío fue campeón de la especialidad en su tiempo. Tuve la suerte de tener una buena relación con mi abuelo hasta que cumplí los diez años. El abuelo me contaba sus historias de los tiempos en los que se dedicaba a los trabajos del caserío, en compañía de un burrito. Y creo que mi relación con las piedras y mi forma de entender esa relación es algo que se me quedó grabado de aquellas historias de mi abuelo. También le debo a mi abuelo mi faceta de bertsolari y una filosofía de vida que consiste en mirar el mundo con calma. Creo que a todos nos ocurre que, cuando los padres están trabajando, pasamos más tiempo con los abuelos –también hoy en día y a mi esa oportunidad me vino estupendamente.
Mi padre era muy riguroso. Mi abuelo, en cambio, me solía guiñar un ojo. Creo que heredé de él algo de esa picardía. Me decía el abuelo: “Hik, Iñaxio izena ez baino axio behar huen, axio” (“Tú en vez de Inaxio debías haberte llamado axio”). Y en ese ambiente nací. Aunque lo hice en una casa de Leitza, trabajaba en el campo, en el caserío. Y recuerdo que, cuando tenía alrededor de diez años, iba con mi abuelo a donde un cantero de Leitza que trabajaba la piedra, y yo agarraba las piedras e intentaba levantarlas. Por la noche, al acostarme, me sentía orgulloso al ver las marcas que la piedra me había dejado en el pecho. Aquellos fueron mis comienzos.

Aquel muchacho dejó asombrado a todo el mundo cuando comenzó a levantar pedruscos…
 Mi padre no quería que yo levantara piedras. Me solía decir: “Eso te va a magullar, te va a hacer daño”. Pero yo ya llevaba dentro la pasión por el levantamiento de piedras y solía hacerlo a escondidas. Con mi madre sí que tenía un punto de complicidad. Mi padre, para quitarme las ganas, me  contaba la historia  de un hombre de Leitza al que llamaban Joxe Mari “Motz Gorria" que también se dedicaba al levantamiento de piedras y que debía ser  muy fuerte. Me decía que, una vez, le pusieron entre cuatro amigos una gran piedra encima y Joxe Mari consiguió llevársela a la espalda pero, por el esfuerzo realizado, se le debió romper alguna vena y, a consecuencia de aquello, murió desangrado. Posteriormente, cuando mi padre ya había fallecido, intenté averiguar si aquel suceso era cierto, y parece que sí, que sucedió de esa manera. En aquellos tiempos había dos tipos de piedra en Leitza: una, la que se utilizaba en el deporte rural de levantamiento y otra que se usaba entre amigos para moverla al hombro de un sitio a otro.

Al final mi padre tuvo que ceder y yo me he dedicado durante años al deporte de las piedras. Sin embargo, ahora ya he empezado a tener achaques,  y no sé si serán consecuencia de las piedras o de los años. Aún hoy continuo levantando piedras pequeñas, pero ocurre algo parecido en el monte: cuando estamos subiendo vamos buscando la cumbre, pero cuando llegas a la cima, tienes que bajar a la fuerza, porque no te puedes quedar allí.  Y yo hace tiempo que empecé a descender de la cumbre. Una vez dije que quería envejecer levantando piedras y, de momento, estoy haciendo ambas cosas: levantarlas y envejecer.


El muchacho amaba las piedras y las piedras respetaban al muchacho, existiendo entre ambos una relación de mutua lealtad…
Yo sabía que la piedra iba a tener un lugar en mi vida. Desde niño supe que sería levantador de piedras, estaba seguro de ello. Así que me dediqué a ello y, mal o bien, ahí  están los resultados. Por un lado, tenemos los logros y, por otro, el modo de conseguirlos. A la gente que viene a visitar el caserío en el que nos encontramos en estos momentos le digo que todo esto lo he hecho para mostrar los detalles que no se perciben en la típica fotografía de un levantador de piedras. En la foto se ve la parte física, el muchacho robusto elevando una enorme piedra. Y a partir de ahí surgen diversos tópicos. Y, para eludirlos, es decir, para mostrar el mundo que no se puede ver en la foto, intento explicar la evolución del levantador de piedras. Cuáles son las preocupaciones que existen en el interior de las personas antes de agarrar la piedra. Muchas veces se nos aparecen dos tipos de ángeles: el bueno y el malo. El bueno te susurra que estés tranquilo, que te va a resultar fácil levantar la piedra. Pero enseguida viene el malo, que te dice que no, que no vas a poder levantarla de ninguna manera. Lo más difícil no es llegar a la piedra y elevarla hasta arriba. Lo más complicado es tomar la decisión de dirigirte hacia ella. Esa lucha que tenemos que librar para ahuyentar al ángel malo no es nada sencilla, porque tienes que recrear en tu mente la imagen de ti mismo cuando ya has levantado la piedra, una vez de que te has convencido de que eres capaz de hacerlo.

Piedra y pueblo gritaba el muchacho que ya había empezado a crecer. Lo que salía de su garganta semejaba el título de la novela de los vascos…
Aquí en mi caserío tengo escrita una frase que dice: “La piedra, ventana y nido”. Escribí un libro en colaboración con Joxerra Gartzia, con algunos versos míos,  al que titulamos “Harria mundu, mundua harri” (“La piedra es mundo y el mundo es piedra”). Yo he visto el mundo por medio de la piedra, mi mundo es de piedra. Y la piedra me ha ayudado, además, a conocer el país. ¿Sabes lo que es salir de casa por la mañana con las piedras e ir, por ejemplo, a la Ribera a hacer una demostración y, al terminar, dirigirte a Elantxobe porque tienes que hacer allí otra exhibición? He recorrido nuestro país de punta a punta un montón de veces, viviendo las fiestas de cerca y descubriendo las celebraciones de cada lugar. También he conocido Euskal Herria en Norteamérica y Sudamérica. He podido ver cómo viven su país los vascos de la diáspora y cuáles son las necesidades que tienen esos vascos americanos.

Luego he encontrado más piedras: yacimientos, castillos… ¿Por qué construyeron nuestros antepasados aquellas redes de castillos? Porque necesitaban protección, para preservar su identidad… Y parecía que romper aquella red de castillos supondría la desaparición de su identidad. Surgieron resquicios por los cuales se escapó la identidad original y penetró la extraña. En los terrenos del caserío encontré un hacha de piedra y me hice muchas preguntas, que me llevaron hasta las raíces del ser humano de hace 6.000 años. Parece que, aunque sepamos cómo debe ser el camino, siempre estamos preguntando de dónde venimos y a dónde vamos… Parece también que nos obligan, desgraciadamente, a razonar permanentemente algo que está a la vista. Esos conocimientos los he adquirido por medio de la piedra.


Y por fin llegó la piedra vasca a las manos del muchacho robusto y desarrollado…
Yo creo que en Euskal Herria hay muchos ciudadanos –¿sólo de ciudad?– que, desgraciadamente, no saben lo que es Euskal Herria. Y que viven tranquilos. Nadie les obliga a conocer la identidad de Euskal Herria y, por tanto, un forastero de aquí o de fuera no necesita tener conciencia de esa identidad. Creo que a mi la piedra me ha hecho tomar esa conciencia. Y lo reconozco con orgullo y con alegría. Cada cual tendrá su modo de conocer su identidad y el mío ha sido la piedra.

 “Este país de piedra es el mío” se dijo una vez aquel muchacho hecho hombre, convirtiendo su pasión por las piedras en pasión por el país…
Yo soy levantador de piedras. La concepción que se tiene habitualmente del levantador de piedras incluye un cierto punto de tosco, de inculto, y, como ya lo he dicho antes, yo era consciente de que quería romper esos tópicos. Pero también sabía que si me dedicaba a otros asuntos, mi actividad podría tener mucha mayor repercusión. Cuando un levantador de piedras (harrijasotzaile) expone sus ideas sobre el país… se puede convertir en levantador de país (herri-jasotzaile). Se considera normal que un escritor hostigue con sus artículos, pero cuando un levantador de piedras escribe… parece que está ocurriendo algo raro.  Y eso provoca el interés del lector. Por eso, en un momento dado quise alzar mi voz, subrayando que iba a seguir escribiendo artículos mediante mis piedras. Y emprendí el proyecto Peru-Harri, poniéndome a escribir un artículo que aún no he terminado.

Algunos tenían como objetivo poner la última piedra de aquel país, pero el hombre de las piedras amaba profundamente sus raíces y protestaba, replicando que lo último significa fin –muerte– y así se convirtió en un ferviente impulsor de su pueblo...
Este año he recibido el premio Manuel de Irujo por difundir el euskara y la cultura vasca. Recibir un premio indica normalmente que uno es veterano y yo llevo un montón de años en el mismo oficio, en un ámbito  cultural cercano. Por eso no es tan difícil que sea conocido en el terreno en el que he trabajado. Pero también han ocurrido cosas curiosas. La vida me ha ofrecido unas oportunidades que, han estado ligadas a la piedra. Pero, cuando llegué al límite como deportista, se me abrieron las puertas para trabajar en televisión, y parece que empiezo otra etapa, también de cara al público, en la que, por medio de las imágenes, llego a los hogares vascos. Antes me veían los domingos al mediodía esforzándome por superar una marca y ahora el lunes al atardecer, a la hora de cenar, trabajando de actor. Y a veces relaciono las piedras con la televisión.

Es la suerte de haber nacido en este país nuestro. Si echas una gota de color en un balde de agua, se nota… pero si echas la misma gota en un pozo más grande, no la nota nadie. Esa gota soy yo y el balde es Euskal Herria.

Y el hombre de gran corazón conocido como Peru-Harri se esforzaba en levantar el País amando la Piedra, con constancia, con esperanza…
En el mundo hay miles de lenguas y pueblos al borde de la extinción. Los vascos, aunque despacio, vamos caminando. Se están haciendo cosas y están cambiando las condiciones. Me gustaría pensar que muchos temas que hasta ahora han tenido un escaso eco están a punto de explotar. No sé si lo que ayer era negro se estará volviendo gris. Los ánimos son distintos. Y mientras vayamos así, conservaremos la esperanza.

No queremos poner punto final al cuento, porque el fin siempre supone un límite, pero después de ordenar nuestro protagonista “punto y aparte” nos asalta  la curiosidad de saber cómo seguiría escribiendo él su historia…
Un título indica lo que podemos encontrar en el interior del libro. Lo mismo ocurre con las películas. Y a mi me gustaría eso, tener un título. Vaya al sitio que vaya, aunque sea lejos, me gustaría que ese título me valiera para presentarme en cualquier lugar. El título que utilizamos actualmente no me vale. Nosotros tenemos el nuestro, y ese es el que me gustaría exhibir. Aunque en nuestro interior no necesitemos de ningún título, en algunas situaciones es imprescindible. ¿Por qué tienen que ponernos un título que no nos corresponde? Tenemos un título de la máxima importancia y ese es nuestro futuro.

========================
Iñaki Perurena (Leitza, 1956)
Es levantador de piedras. También trabaja como actor y, además, es bertsolari, poeta y escultor. De profesión carnicero, además de las mencionadas facetas que le han hecho conocido, también es aficionado a la historia. Está casado y tiene tres hijos.


Argazkiak: Andrés Espinoza (www.euskomedia.org)

Traducción del original en euskera, que he publicado hoy , 23 de diciembre de 2011, en Euskonews.

jueves, 15 de diciembre de 2011

BESOS


                         http://www.fentmuntanyaiformacio.es

Cuatro largas horas en un aeropuerto dan para mucho. Leer, escribir, dormir, aburrirse, pensar y observar lo que sucede alrededor de uno; esas y otras son las opciones que se nos presentan cuando nos encontramos a la espera de abordar un avión. Hoy he tenido que hacerlo durante cuatro horas en el parisino Orly Sur, antes de que despegara el aparato que me debía traer a tierras africanas. Sentado junto al acceso del control de pasaportes,  me he entretenido realizando un pequeño análisis sobre el comportamiento humano.
He analizado los besos. Y he observado cantidad de modalidades. Tenemos aquellos propios de quienes un vuelo hacia algún lugar separa sin solución aparente para sus protagonistas, a tenor de los aspavientos que acompañan a los ósculos; los de los enamorados jovencitos, fogosos; los de los nuevos Judas, que por sus pocas muestras de afecto, prefieren el sonido del dinero a la muestra de cariño que les ofrece quien queda en tierra; los indiferentes; los atornillados; los sonoros; los que se acompañan de un abrazo libinidoso; los que no llegan a rozar la mejilla del besado... La mayoría van acompañados de lágrimas de dolor y rostros apenados. Otros aparecen secos y sin muestra alguna de emoción.

Me he levantado y me he acercado a la puerta de las llegadas: los besos eran muy semejantes, así como las lágrimas. Cambiaban los semblantes. La alegría era lo normal entre los que se encontraban. “Este espectáculo que estamos viendo me recuerda a los hospitales” me ha dicho Xabier Mendiaga, sentado junto a mí a la espera de la salida del avión de Tunis Air. “La única sección que, en la mayoría de los casos, aporta alegría es la correspondiente a maternidad.  Ellos vienen. En todo el resto de secciones hospitalarias se palpa el duro destino de la persona. Nos estamos yendo
Traducción del original en euskera, que publiqué en Euskaldunon Egunkaria el 11 de febrero de 1992
 
Foto: cuatroenuno.blogspot.com
 



viernes, 9 de diciembre de 2011

JOSE MIGUEL BARANDIARAN: ESE PEDAZO DE HOMBRE


Dentro de poco, el 21 de diciembre, se cumplirán veinte años del fallecimiento de Jose Miguel Barandiarán y con motivo de la efeméride se están realizando una serie de actos para recordar la figura de uno de los hombres más queridos de Euskal Herria.


Pocas veces alquien habrá atraído sobre sí los sentimientos positivos de sus paisanos en la medida que lo hizo Don José Miguel. Caminó desde su juventud por los vericuetos culturales autóctonos, en tiempos en que el concepto de cultura vasca era poco menos que desconocido, convirtiéndose su figura en mítica.   Los comienzos del siglo XX, en cuanto a nuestro sentimiento de pertenencia, parecen desde la perspectiva actual períodos del paleolítico que tan acertadamente investigó Don José Miguel.  Porque los pasos que la cultura vasca ha dado en cien años han sido de gigante, si bien hay que subrayar que el camino recorrido ha tenido más de Calvario que de otra cosa.

En aquella sociedad desconocedora casi en su totalidad de sus signos de identidad, Barandiarán marcó claramente el norte. Sacudió la ignorancia y la desidia. Y llamó al trabajo, conocedor de que al objetivo sólo se llega mediante la acción bien planificada. Acertó de pleno, ya que si algo consiguió el sabio de Ataun fue concienciarnos sobre nuestra cultura. Alejándose de discursos vacuos, llenó de contenido sus lecciones, de una manera que hasta la fecha nadie la ha igualado. Y atrajo a su lado a cantidad de entusiastas colaboradores, que trabajaron –y lo hacen hoy en dia- por un futuro más esperanzador.


Barandiarán fue un lider indiscutible, un dirigente sin recovecos. Convencido de la bondad del trabajo en equipo, sembró por toda Euskal Herria, recogiéndose aún hoy en día abundantes frutos. Mas no se ha de olvidar que Don José Miguel levantó su labor científica sobre un humanismo cristiano consistente y vivo. Supo compaginar de manera ejemplar la fidelidad debida a la aplicación rigurosa de la ciencia con las normas éticas, religiosas y sociales  en que siempre creyó. Casualmente, coincidiendo con el vigésimo aniversario de la muerte de Barandiarán, toman gran importancia en nuestra sociedad aquellos valores que Don José Miguel siempre defendió

La realidad científica evoluciona constantemente, se entiende que para mejor. Los valores humanos, sin embargo, continúan siendo los mismos, casi en su totalidad. Desde ese aspecto podemos decir que Barandiarán no habría logrado su objetivo científico si no hubiera aplicado con acierto esos valores. Es más, estoy seguro de que la ciencia, por sí misma, no le interesaba. La solidaridad, la entrega al prójimo, su amplitud de miras en el quehacer diario, la honestidad, la defensa de los principios, el trabajo... son constantes del legado de Jose Miguel Barandiarán que deberíamos desempolvar y usar más.



Traducción del original en euskera, que publiqué en mi blog Etorkizuna etorkizun  el  22 de noviembre de 2011