viernes, 1 de julio de 2016

LAS BOMBAS CAEN DEL INFIERNO



Aún no ha desaparecido de mi memoria los ecos del insustancial discurso que Obama ofreció en Hiroshima con motivo del aniversario de haber hecho explotar sobre aquella ciudad la bomba atómica. He de confesar que el presidente norteamericano hizo concebir en mí algún tipo de esperanza de cambio cuando fue elegido para el cargo hace ocho años. Pero como sucedió con todos sus antecesores, la desilusión es máxima tras su periplo presidencial. 

¡No Obama, no! A Hiroshima no cayó, como tú dijiste, la muerte del cielo, sino que lo hizo desde el infierno. Ante los ojos de un mundo incrédulo y horrorizado los aviones norteamericanos llevaron la muerte a miles de ciudadanos, y eso no podía provenir del cielo.

Al igual que había sucedido ocho años antes en Gernika, arrasado sin contemplación por el dueto Franco-Hitler, en 1945 fueron los Estados Unidos de América los que bombardearon aquella ciudad japonesa, sin que les temblara el pulso. El cielo no provoca guerras, sino que son las mentes enfermas de hombres y mujeres empeñados en mostrar su superioridad.


Quienes no piensan más que en ello deberían ser motivo de tratamiento psiquiátrico e internados en el infierno de un manicomio sin opción a salida.

Traducción del original en euskera, que publiqué en mi blog Etorkizuna Etorkizun el 6 de junio de 2016.



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