miércoles, 18 de mayo de 2011

POR LA CALIDAD HUMANA HACIA LA LIBERTAD


Extraordinaria noche oscura y cálida de verano. Sentado en el jardín, el canto de decenas de cigarras me permite recogerme en mi silencio interior. Una ligera brisa me acerca el eco del casi imperceptible golpeo del agua contra la orilla del embalse. En el inmenso cielo estrellado, el graznar de un bando de garzas marca el rumbo hacia su descanso nocturno. A lo lejos, puedo distinguir el colorido rosáceo de una tormenta. Cierro los ojos y por un momento he transformado mi homo technicus con el que genéticamente me identifico desde hace unas generaciones en un homo naturalis.

He vivido una sensación de placer inexplicable, como si se hubieran disipado de repente los quebraderos de cabeza acumulados en mis largos años de trabajo. He vuelto a los comienzos, quizás a los mismos del viaje que la humanidad ha realizado desde aquel principio. He vuelto a nacer en el mundo natural anterior al hombre, ajeno a todo control perpetrado a través de la sofisticación tecnológica. He olvidado por completo los cuadros de ventas, los planes de inversión, las reivindicaciones laborales de los trabajadores, los consejos de administración y, en general, todas y cada una de las cegadores disputas de nuestra vida cotidiana. Y he reflejado mis actuales carencias en aquel desnudo prehistórico ser.

Alguien que hubiera leído mi pensamiento habría podido decir que andaba equivocado, ya que el hombre (o mujer) que me imaginaba libre de todo condicionamiento técnico no había existido nunca; de la misma manera –habría seguido argumentando- que tampoco existe nadie totalmente tecnificado en su itinerario vivencial. Pero me sentía a gusto y haciendo un paseo por el recorrido histórico de la humanidad me he lanzado en busca de los hitos que han marcado el cambio de mentalidad, queriendo dar con el espíritu creador y animador de aquellos. Sé que no era nada original ya que en este mundo lleno de crueldad, envidia y violencia existen muchas personas con el mismo objetivo que yo, que no es otro que volver a gozar del espíritu.

Libre del ruido insoportable de los motores, desligado de la dictadura implacable de la informática, he diseñado en mi interior una exclusiva dependencia de la naturaleza. Y he imaginado a los antecesores de los habitantes de Santimamiñe, Ekain y Zubialde, con todas sus limitaciones y libertades. La naturaleza marcaba sus pautas de actuación, totalmente cautivos de realidades naturales incontrolables. Debían de hacer frente a un futuro marcado por las grandes dudas –si es que habían concebido aún el concepto de duda- y surgió la veneración por aquel entorno todopoderoso. Todos los libros sagrados nos hablan de fenómenos naturales que, una vez dominados, hicieron surgir al “hombre libre”. Del animismo se pasó al monoteísmo, a través del politeísmo.

(seguirá)

Traducción al español del original en euskera, publicado en EUSKALDUNON EGUNKARIA, el 12 de septiembre de 1991.


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