miércoles, 15 de junio de 2011

DESDE RUSIA CON AMOR


Ya sé que no soy nada original al elegir el título. Pero después de un viaje largo y lleno de dificultades, alojado como estoy en un hotel de Moscú, la imaginación no me da para mucho. Al menos por un lado no me puedo quejar: he conseguido una habitación sin previa reserva, seguramente porque mi aspecto ha debido darle pena a la en principio inflexible recepcionista rubia.

Mi destino no era la capital rusa sino Kutaísi, en la República de Georgia. Pero las cosas allá al sur no pintan muy claras, al no disminuir el conflicto armado surgido por aquellos pagos hace ahora un par de semanas. Y para evitarme el viaje hasta allá, mis interlocutores han subido a Moscú. Me han ahorrado dos mil kilómetros, de ida, y otros tantos de vuelta.

La violencia surgida en Tbilisi ha puesto sobre el tapete la relatividad del mapa político de Europa. Este volcán en que se ha convertido el viejo continente nos ofrecerá en breve profundas novedades respecto al reparto de territorios. En las palabras de los amigos que me han llegado desde Kutaísi se detectaban preocupación y esperanza, a la vez. Preocupación, como la que debe haber en cualquier capitán de barco antes de partir a una nueva singladura. Y esperanza, similar a la de dicho capitán en sus fuerzas, capaz de imponerse a tempestades y maremotos. Una vez de dar carpetazo a los temas profesionales que a ambas partes nos incumbían y ante un café humeante y oloroso, he soñado en alta voz junto a mis amigos georgianos sobre pueblos libres y felices.

Eran las dos de la mañana local cuando ha sonado el teléfono. “Felicidades, chaval...” Se trataba de mi amigo Xabier Mendiaga, en llamada de larga distancia. Y me ha recordado que tal día como hoy hace cuarenta y dos años mi madre me trajo al mundo. Demasiado, para celebrarlo sólo.


Traducción al español del original en euskera, publicado en EUSKALDUNON EGUNKARIA, el 18 de octubre de 1991.


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