Qué entendemos por verdad, dónde se halla y cómo podemos llegar hasta ella no es que se trate de una empresa difícil, sino totalmente imposible de llevarla a cabo. La única verdad hasta el día de hoy bien probada nos la sirven los periódicos, en formato esquela. Subrayo lo de hasta hoy, ya que nadie sabe lo que puede suceder en un futuro. Cuando Newton disertaba sobre la teoría de la gravedad no daba patente eterna a la caída de la manzana. Por si acaso. Era un hombre precavido, sin duda.
Muchos de los que despertamos a la vida en la década de los sesenta recordamos con buen sabor de boca a Roger Garaudy. Había sido dirigente del Partido Comunista de Francia, habiendo abandonado la disciplina del partido para abanderar lo que entonces se conocía en Europa y Norteamérica como humanismo progresista. Sus libros y artículos se leían y discutían con interés. Y aunque parezca mentira, también en nuestras universidades conocíamos de su existencia. En más de una ocasión nos hizo pensar aquella frase suya de “sólo mueren los reaccionarios”
Aquel hombre expulsado de la ortodoxia comunista estaba decidido a cultivar y abonar las conversaciones entre marxistas y cristianos. No es de extrañar si tenemos en cuenta lo que estaba sucediendo alrededor del Mayo 68 y de la invasión por los soviéticos de Checoslovaquia. Garaudy optó por la libertad y rotas las ataduras con el PCF su ágil pluma trató de aclararnos a muchos de nosotros los pormenores de sus teorías. Por caminos parecidos andaban Maurice Dobb, Erich Fromm... Y en nuestro deseo por calmar la sed por hallar una senda intelectual que nos convenciera, nos leíamos lo que caía en nuestras manos de los citados pensadores. Andábamos en búsqueda de la verdad. Como los jóvenes de todas las épocas.
Yo perdí el rastro de Garaudy. Y hace unos días me quedé de piedra al saber que había disertado en Barcelona. Y mi extrañeza no provino, obviamente, porque hubiera aterrizado en la capital catalana, sino por lo novedoso de sus nuevas teorías desde su nueva óptica de converso islamista. “El Islam tiene necesidad de una verdadera teología de la liberación” había dicho. Y por si eso fuera poco, pontificaba con: “Hoy en día, exceptuando a Irán el resto de los islamistas no respetan la verdad de la santa religión”
No deseo renunciar sin más a Garaudy, ya que a lo mejor a quien le falta “aggiornamento” es a mí. Pero he de confesar que las verdades del francés me producen más de una duda.
Traducción al español del original en euskera, publicado en el número 12 de la revista ARRASATE PRESS, el 9 de diciembre de 1988.
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