Está demostrado que no es tan elevado el porcentaje de las personas que se encuentran a gusto con su trabajo. En mi caso particular, durante cuarenta y cinco años de trayectoria laboral he tenido de todo, y la relación anímica con mi quehacer diario ha estado sujeta a las circunstancias del momento, siendo éstas las que han marcado el mayor o menor grado de satisfacción laboral. Si tuviera que confeccionar el balance de compensación no económica en mi vida profesional, sin duda resultaría positivo, pero aparecerían algunas sombras que en determinadas épocas me marcaron negativamente.
Sin embargo, en la actualidad tengo el oficio de abuelo y si bien hay momentos en que las circunstancias siguen dando bastante guerra, las recompensas morales se suceden una tras otra. No creo que exista un oficio que dé más alegrías y placeres que el de abuelo/a.
He de confesar que antes de recibir el título que llevo con orgullo no podía imaginar que este oficio fuera capaz de producir tanta riqueza a quien lo ejerce. Y si bien todo el mundo puede gozar de los nietos ajenos – y en ese sentido subrayo que he sido muy afortunado- nada es capaz de alcanzar la maravillosa sensación que produce la relación afectiva con el propio nieto/a.
De todos modos, ya me han avisado de que ejercer de abuelo/a tiene una fecha de caducidad, es decir, que no es para siempre. Por eso hay que aprovechar todos los momentos que ofrece el oficio más bonito del mundo. Palabra de abuelo.
Traducción del original en euskera, que publiqué en mi blog Etorkizuna Etorkizun el
11 de mayo de 2015.