Raúl Rodríguez es el sacristán de la Catedral
de La Habana. En mis viajes le suelo proveer de revistas de información general, ya que
es lo que me solicita. Su sueldo de cien pesos no le da para muchas maravillas
y el mejor regalo que se le puede hacer -como él dice - es la opción de un tipo
de lectura diferente que le permita escapar de la habitual y estéril oscuridad.
Los cubanos leen mucho y los libros son muy baratos. El problema está,
lógicamente, en el control sobre los títulos ofrecidos. El Instituto Cubano del
Libro publica semanalmente la lista de los más vendidos. Es claro el efecto
espiral inducido en los títulos que aparecen en la lista.
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Santiago de Cuba |
Efecto semejante se constata en la radio y la
televisión. El estilo más directo que heredaron de España es el
“corintelladorismo” y eso se comprueba perfectamente en la producción audiovisual.
El cubano es sentimental y soñador; no solamente el de color y el mestizo, sino
también el paisano blanco o guajiro. Y podría decirse que el lloro lo tienen
asumido como ejercicio saludable y
reconfortante, por lo menos si nos atenemos a los innumerables seriales tipo
culebrón.
Por si fuera poca la propia producción
interior, importan desde hace tiempo. En casa de unos amigos, la niña de cuatro
años preguntó cierto día a su madre, a la vez que apretaba el botón del aparato
de televisión: “¿Hoy qué hay, Curro o Fidel? La niña se estaba refiriendo al bandolero
andaluz Curro Jiménez, protagonista de la serie que TVE vendió a la cubana.
Sobre el segundo, me imagino que no hay duda.
Las cosas se les ha puesto muy difíciles a
los cubanos. Como decía hace poco Fidel Castro, el cielo no se puede ni atacar
ni vencer: hay que crearlo. El problema para ellos, sin duda, está en los
medios que utilizarán para esa creación y no sé yo si no se les ha agotado
definitivamente la capacidad inventiva. Cuba no ha sido nunca una sociedad con
cultura industrial ni -incluso-económica, en su sentido más estricto, pero no creo que esa falta deba atribuirse ni a los antiguos
colonialistas españoles ni a las dictaduras capitalistas que sustituyeron a
aquellos. La forma de ser cubana no casa bien con el tradicional desarrollo
económico. El bloqueo, por otra parte, ha entorpecido el noble y plausible
esfuerzo de los dirigentes de la isla. Pero tengo la impresión de que éstos no han
acertado en la apuesta. Los distintos sectores industriales que han querido
desarrollar han fracasado uno detrás de otro, aun a pesar de invertir millones
de dólares americanos en la preparación de tal infraestructura. Fidel sabe bien
que, en alguna medida, él es el responsable de la actual penuria que sufre Cuba.
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Monumento a José Martí |
Hace ahora cuatro años, como consecuencia del
proceso que los cubanos denominan “reconducción del socialismo” se dio
carpetazo a la gran inversión en
empresas industriales y se abrió el grifo hacia un sector para el que hasta
entonces se actuaba con gran precaución: el turismo. De repente, se
multiplicaron como hongos las entidades relacionadas con el sector turístico y
la mayoría comenzó a relacionarse con empresas especialistas españolas. El
resultado fue inmediato: compañías afamadas que han dejado la costa española hecha unos zorros comenzaron a hacer de las suyas en lugares paradisíacos de Cuba.
En la historia de Cuba el nexo entre cultura
e ideología ha sido muy original, pudiéndose hablar también hoy en día de una
cultura del sometidor y del sometido, al encontrarse en sus precarias
necesidades totalmente cautivos de la posible ayuda interesada del exterior.
Los pensadores y revolucionarios Felix Varela y José Martí fueron quienes en el
XIX reivindicaron la libertad para Cuba, llamando a romper con la dependencia
de España y Estados Unidos. Hoy no llegarían a entender cómo, tras el logro de
esa ansiada libertad y antes de cumplir su primer centenario como país
autónomo, un proceso revolucionario ha podido costar tanto a la nación cubana,
poniendo hasta en riesgo la propia
continuidad de la revolución.
Argazkiak: Zuriñe Velez de Mendizabal
Traducción del original en
euskera, publicado en Euskaldunon Egunkaria el 17 de octubre de 1991