Acabo de cumplir cuarenta años en mi particular vida de escritor de
literatura en lengua vasca. ¡Quién me habría dicho en aquel anochecer de enero
de 1974, sentado ante mi vieja máquina de escribir Underwood, que cuatro décadas más tarde
iba a recordar aquellos momentos, exponiendo mis pensamientos en un lugar que a
la fecha ni nos podíamos imaginar llegara a existir, y que se llama blog. Mi
primer artículo en Zeruko Argia dio paso a miles de nuevas entregas, marca
lograda a base de pasar calendarios.
Han cambiado los recursos técnicos y los propios medios de
comunicación, pero el deseo (y la necesidad) de escribir sigue en mí tan fuerte como entonces. Y ello se debe a
que la escritura se convirtió en una de mis condiciones vivenciales primordiales. La necesito.
Cuarenta años son todo una vida, que se esfuma en un plis-plas, hecho que no
permite distraerse en el camino. Y
cuando ahora miro hacia atrás, colocando los buenos y malos recuerdos en mi
balanza literaria, pienso que me ha merecido la pena.
No sé si me dedicaría a la literatura euskaldun en caso de volver a
nacer. Si encontrara los mismos condicionantes sociológicos y culturales de aquellos comienzos, seguro que lo haría. Y en ese aspecto debo decir que he
sido afortunado, ya que desde que partí de aquel puerto medio vacío y oscuro en
busca de nuevos horizontes, los vientos han soplado casi siempre a mi favor. Se
podría decir que me embarqué en el momento idóneo. Pero eso lo sé ahora, justo
después de transcurrir cuarenta años. Cuando estaba a punto de subir a bordo
nada predecía lo que la travesía me depararía.
Sigo
embarcado y sé que cuando no sople viento me aferraré a los remos. Lo
importante es navegar.
Este
artículo lo publiqué en euskera en mi blog ETORKIZUNA ETORKIZUN el 17 de febrero de 2014
Argazkiak: Wikipedia