Amanecer en Morro Jable |
Aunque todavía me quedan unos cuantos años para que se produzca, no han
sido pocos los momentos que he dedicado a reflexionar sobre mi jubilación. Poco
más o menos, supongo, los mismos que el resto de los mortales con trabajo.
En los momentos previos a sumergirse uno en el mercado laboral se sueña con
el primer sueldo, en qué lo invertiremos, si bien es cierto que en la mayoría
de los casos esa “soldada” se encuentra hipotecada de antemano. Ya inmersos en
las obligaciones profesionales, el desasosiego que supone el desconocimiento
sobre lo que nos deparará el futuro va acompañado de un sentimiento de
desamparo y, en la medida que nos lo permite el magro salario fruto del sudor
de nuestra frente, vamos depositando unos ahorrillos en alguna cartilla que nos
posiibilite hacer frente a los imponderables.
Diría que los jubilados, en general, son hombres y mujeres de buen
conformar. Analizando la realidad diaria desde la óptica equilibrada que la
experiencia les ha proporcionado, no son personas que muestren su protesta en
estentóreas manifestaciones, muy seguramente porque la vida les ha dejado más
que escarmentados. Saben muy bien que, aunque realicen un esfuerzo sobrehumano,
difícilmente conseguirán mejorar en nada su paga mensual de retirado, puesta en
sus manos por la ingrata e insustancial sociedad en la que vivimos, surgida de
una derivada no prevista en los planes de sus antepasados próximos.
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Hoy en día,
además, los trabajadores se jubilan mucho antes. Pronto nos licenciarán a los
cincuenta... ya verás.
Me respondía Xabier Mendiaga mi intimo amigo, haciendo hincapié en que, con
el probable aumento en número de participantes cada vez más jóvenes en el
pelotón de las clases pasivas, se podrá producir un escoramiento de los valores
del equilibrio y una pérdida en la experiencia acumulada. Ambas consecuencias,
peligrosas.
Traducción al español del original
en euskera, publicado el 28 de julio de 1992 en Euskaldunon Egunkaria
Nota: Esta nueva entrada
en mi blog la he subido desde Fuerteventura, donde como jubilado
disfruto de unos días de descanso.