La debacle política de cuatro meses estériles – ¿sólo cuatro? ha puesto en entredicho al mismo Aristóteles. Expresaba el clásico griego que la diferencia entre las personas y el resto de animales estriba en que los primeros son capaces de utilizar la palabra. Según el gran filósofo el ser humano es el único animal con capacidad para hablar. Al resto se le supone voz. Pues, amigos, una de dos: Aristóteles se equivocaba o los políticos no son personas.
La utilización inteligente de la palabra promueve conversaciones racionales, mientras la voz es una demostración pura del instinto. En los últimos cuatro meses - ¿solo cuatro?- los políticos de la piel de toro han demostrado que no son capaces de transmitir ideas ni, tampoco, de escuchar al rival. Y en vez de crear a través de lo que les une se dedican, en inmovilismo vergonzoso, a destruir por medio de lo que les diferencia.
Nos enseñaron hace mucho tiempo que quien no escucha es una persona mal educada. Si a eso se le añade que quiera imponer su criterio, resulta que el individuo pierde la cualidad de persona y se convierte en animal con voz. Y visto lo visto, está claro que nuestro zoo particular ha crecido de forma alarmante.
Traducción del original en euskera, que publiqué en mi blog Etorkizuna Etorkizun el 2 de mayo de 2016.