Existen entre
nosotros los que reivindican la desaparición de las corridas de toros
argumentando ser una tradición española. Son cretinos. También tenemos otro
tipo de imbecilidad: la de los que piensan que todos los vascos que rechazamos
las corridas somos antiespañoles. A esos dos colectivos van dirigidas las siguientes
líneas.
Cantidad de veces
hemos comentado que la perspectiva que podamos tener acerca del mundo que nos
rodea cambia constantemente al ritmo de las circunstancias. Las personas somos
cambiantes y, como consecuencia, también lo es el mundo. O, por lo menos, los sentimientos
que sin pausa concibe en nosotros el planeta. ¡Que no son pocos!
Hubo en mi tierna infancia un libro de
lectura obligada, que para cuando llegó a mis manos en 1956 llevaba ya la
friolera de 74 ediciones. Se trataba del titulado “Lecturas de Oro”. La iglesia
franquista, con el deseo firme de que a
través de lecturas de fácil digestión nos empapáramos de la necesaria emoción
religiosa, había echado mano de un libro de Ezequiel Solana, ilustre pedagogo
fallecido en 1931. Entre paréntesis, cabe decir que el citado autor era abuelo
de Luis Solana, ex diputado del PSOE y ex director de RTVE.
El libro es una colección de cuentos ñoños para niños/as de 7-9 años. Pero, aunque al lector le parezca extraño –que no sé por qué le tiene que parecer- lo guardo aún con cariño en mi biblioteca, con algunos otros libros de aquella época. Me han valido para hacer un recorrido por las vicisitudes sociales que hemos atravesado desde entonces. Y he de confesar que suele resultar un ejercicio agradable.
El libro es una colección de cuentos ñoños para niños/as de 7-9 años. Pero, aunque al lector le parezca extraño –que no sé por qué le tiene que parecer- lo guardo aún con cariño en mi biblioteca, con algunos otros libros de aquella época. Me han valido para hacer un recorrido por las vicisitudes sociales que hemos atravesado desde entonces. Y he de confesar que suele resultar un ejercicio agradable.
En el cuento titulado “Los gansos y la
tortuga” un quelonio es transportado
por los aires, cogido de la boca a un palo que sostienen en sus picos los
ánsares. Y al pasar por encima de un caserío, los niños (no se cita a ninguna
niña) que ven el espectáculo desde el suelo gritan:
-
“Mirad,
mirad” Dos gansos que llevan en un palo a una tortuga”
Respondiendo la viajera:
-
“A vosotros ¿qué os importa? ¡Pillos,
bribones, tunantes...”
Por supuesto, al
abrir su boca cayó la tortuga a los alrededores de la casa.
Y el final de la
historieta terminaba con un:
“Fué a caer
entre los mismos chicuelos, que tuvieron motivo para reirse de ella hasta que
le dieron muerte”
Está más que claro que Ezequiel Solana, pedagogo de renombre en su
época, no habría superado las actuales leyes del mercado con finales como el de
este cuento. Perdón, igual sí lo habrían aceptado entre los imbéciles arriba
definidos.
Traducción del artículo que escribí en euskera en mi blog ETORKIZUNA ETORKIZUN el 3 de septiembre de 2012.
No hay comentarios:
Publicar un comentario