viernes, 12 de abril de 2013

GARIBAY EN SU 480 ANIVERSARIO



El 9 de marzo pasado se cumplieron 480 años del nacimiento en Mondragón de Esteban Garibay y Zamalloa. Mejor dicho, de que hubiera nacido quien más tarde sería conocido con ese nombre, ya que –al parecer- al jovencito no le hacía gracia el orden en que su padre utilizaba los apellidos, por aquello de suponer aquél un mayor empaque en el Garibay. Ese detalle es suficiente para obtener una radiografía bastante correcta acerca de la complicada personalidad de quien durante décadas luchó por hacerse un hueco en la corte castellana. 

Esteban Garibay fue un hombre muy controvertido en su época y aún hoy sigue dando de qué hablar a los historiadores. Podríamos decir que se trata de una auténtica mina, válida para diferentes teorías, no en vano los hechos y dichos de aquel historiador vasco siguen removiendo sentimientos, sin dejar indiferente a nadie.

 Contra los que afirman que fue un hombre integro y alaban su trabajo se encuentran los que defienden que todo lo realizado por Garibay estaba basado en una carrera a contra reloj en favor de sus  propios intereses. Encontraremos a quienes ensalzan la labor llevada a cabo por el mondragonés y a los que echan por tierra la mayoría de sus logros. La historia no es, ni mucho menos, ciencia exacta y una milésima desviación en el ángulo de enfoque dará lugar a una imagen diferente, para unos y para otros. El color del cristal y los ojos del observador pueden ofrecer diferentes versiones, hasta el infinito. 

Aunque Esteban Garibay quiso ser un hombre práctico, la realidad es que las dudas constantes y los enredos sin fin fueron el pan diario en su vida. Cambió el escenario de su Mondragón rural por la Toledo imperial, salto, a la postre, sin red. Y las cosas no le salieron tan bien como él las deseaba. La corte de Felipe II era un nido de víboras y Garibay no supo distinguir a sus enemigos, errando el tiro una y otra vez.
 
Sacrificó su familia y los amigos para embarcarse en una dudosa empresa, sin conocer muy bien hacia dónde navegaba. Como pago a sus desvelos, sudores y penurias con el “Compendio Historial” recibió la indiferencia de la élite y la consecuente quiebra económica. Y el tener que abandonar  definitivamente su tierra natal, si bien hasta el final de sus días llevó en el corazón su Mondragón, su Gipuzkoa y su sentir vasco. 

Monumento a Garibay, "desaparecido"
No es, precisamente, una señal de sus dotes para navegar en aguas procelosas el que, aun a pesar de contar con conocidos en todos los estamentos de aquella enrevesada corte, casi todos le dieran la espalda. Hasta el propio Padre Mariana su confesor era capaz de halagar los oídos del mondragonés, para a continuación ponerle de vuelta y media en cuanto desaparecía por la puerta. Eran dos versiones del jesuita  Padre Mariana: la del aliviador de pecados … y la del historiador concurrente.

Alguien que no recibió de Garibay más que muestras de sumisión y fidelidad, como fue el mismo Felipe II, jamás habló abiertamente a favor de aquél, balanceándose  constantemente entre el sí de hoy y el no de mañana. En aquel ambiente de zozobra Garibay no podía esperar palabras de ánimo de los cortesanos. Y vivió desilusionado, sin levantar cabeza desde el punto de vista económico y sabedor de que sus indudables logros no iban a abrirle puertas de importancia en palacio. En ese contexto, muy difícilmente podía Garibay gozar de un mínimo de sosiego que le permitiera disfrutar de sus trabajos como historiador. 

De todos modos y por encima de otras consideraciones, hay que afirmar que Garibay abrió camino en una época en que casi nada se sabía del sentido de la palabra historiografía. Es cierto que en el trabajo del gipuzkoano encontramos capítulos confeccionados con puntual fidelidad y otros en los que sobresale un elevado espíritu soñador. Pero todo ello, en cualquiera de los casos, no impide que deba considerarse a Garibay como uno de los historiadores españoles punta de su época.

Siguen y seguirán escribiendo sobre Garibay los actuales y futuros escrutadores de la historia y aunque en una primera lectura nos puedan parecer contrapuestas las teorías que elaboran al respecto, la verdad es que en una segunda más pausada puede llegarse a considerarlas complementarias. Porque Garibay no fue, en absoluto, un personaje de perfil único. Más bien, siempre actuó como cristiano viejo, vasco, cortesano, temeroso de Dios … e historiador.
 


   Nota: este artículo lo publiqué en euskera en la revista  Euskonews el 13 de marzo de 2013. 
     Fotos: Euskomedia Fundazioa