Estamos acostumbrados
a las noticias negativas y desmoralizantes. Tengo la impresión de que también
yo, en este rinconcito desde donde me dirijo a la red he firmado demasiadas
reflexiones nada positivas, y ha habido veces en que me he arrepentido, aun siendo
consciente de que el mundo que nos rodea no ofrece muchas oportunidades a la
sonrisa.
Es cosa sabida que
la salud no vende en los medios. La tragedia y el lado oscuro son excelentes abonos
para lograr una mayor tirada de los periódicos o una más amplia audiencia en
telediarios, tertulias e informativos en general. Pero al mismo tiempo que nos
alimentan con ese tipo de información, la desinformación que se nos ofrece es
más acusada, más incisiva.
Aun a pesar de todo,
si miramos con atención a nuestro alrededor encontramos razones para ser optimistas.
Todo no es de color grisáceo, pudiendo atisbar ciertas realidades
esperanzadoras. No es cierto, por ejemplo, que nuestra juventud esté
desorientada. Estoy convencido de que en gran medida sabe qué es lo que quiere
y lucha diariamente por hacer de la nuestra una sociedad mejor y más
participativa, a la vez que solidaria. Y ello me hace pensar que algo debemos
haber hecho bien en los últimos cuarenta años.
Las señales que emite la
sociedad vasca en su comportamiento son de intensidad y sentido diversos – como
debe ser en cualquier colectivo vivo que se precie- y desde mi pequeña atalaya
observo más claros que oscuros en su balance, quedándome con esa impresión. Solamente
desde el optimismo se puede avanzar y nuestra sociedad está fundamentada en
una plataforma humana como nunca antes ha tenido. Por eso soy optimista en
relación a los que han cogido nuestro testigo.
Traducción del original en euskera, que
publiqué en mi blog Etorkizuna Etorkizun el 01 de diciembre de 2014.
Argazkiak: Tere
Anda
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