Acabamos de
terminar el año y algunos miran al nuevo como si se tratara de un extraño que viene a complicarnos la vida, mientras otros lo hacen con total indiferencia,
suponiendo que, por mucho que se empeñe, no les va a cambiar en nada sus
expectativas de vida.
Las distintas
sensibilidades de cualquier colectivo no hacen otra cosa que enriquecer el
patrimonio común. Nada más atrevido para ir progresando que la diferencia en
los planteamientos que se puedan realizar dentro de la comunidad, sea ésta del
tamaño que sea.
Debemos hacer una apuesta
por la creatividad a partir de la diversidad. Afortunadamente aún somos libres
para decidir y en ese estado emocional es desde donde debemos partir para
mejorar nuestro entorno, en todos los órdenes. Creo en la función social de las
instituciones y sostengo que la obligada colaboración entre todas ellas es la
base para hacer frente a las adversidades, por muy grandes que éstas sean; solamente
así iremos avanzando. Pero no olvidemos que las instituciones se crean, se
alimentan y se gestionan por las personas. Por lo tanto, cuidemos y eduquemos a los ciudadanos en busca de esa
cohesión que nos permitirá ser optimistas. Lo que tenga que venir, vendrá.
Fotografía: Tere Anda
Traducción del original en euskera, que publiqué en mi blog Etorkizuna Etorkizun el 9 de enero de 2017
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