Si ya de por sí es
duro vivir con la enfermedad de Parkinson, calcula cómo se deberá encontrar
Javier Viscarret una vez de extirparle
el estómago. No es esa la mejor presentación que puedo hacer sobre mi protagonista
de hoy, pero es el pensamiento que me vino cuando un amigo pamplonés me
adelantó la historia de aquél, a la vez que me invitaba a leer su último libro “Ananda”
El pasado jueves me llegó éste por correo y desde el primer contacto quedé atrapado
con su literatura simple pero llena de mágico mensaje.
Viendo cómo una
persona como Javier, que lleva décadas en relación directa con “su amigo Parkinson” hace frente a la
vida ¿de qué nos quejamos los que no hemos tenido que lamentar tantos
descalabros de salud? La pura descripción
sin ropajes de las vivencias de Viscarret aportan calor a quien está obligado a
levantar un mundo nuevo más allá de la enfermedad. Se trata de un ejercicio que
le permite al autor despojarse de la artificialidad de la vida para subirse a
un nuevo carro de esperanza y crear así nuevas sensaciones en espacios y ritmos
nuevos, desde la esperanza.
Javier Viscarret nos proporciona una lección
admirable en las páginas de su libro: la vida hay que apurarla hasta la última
gota, con todos los componentes necesarios para hacerla, precisamente, digna de
vivirla. Únicamente de esa forma se da sentido al tránsito por este mundo.
Séase creyente en un dios o desde la negación absoluta, el humanismo es lo que
ofrece a nuestro quehacer diario su valor eterno. Y la aportación escrita de
Javier me ha reafirmado en esa convicción.
Traducción del original en euskera, que publiqué en mi blog Etorkizuna Etorkizun el 2 de febrero de 2015
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