En mi obra teatral “Paradisuko atean” las
cenizas de Miren Karmele Zuazubizkar que se guardaban en una urna funeraria se
esparcieron por todas las esquinas al caer ésta empujada por un extraño viento
que sacudió el tanatorio, haciendo más grande la pena de los familiares y
amigos.
La semana pasada paseaba yo por la inmensa
playa de Punta Umbría, a hora temprana como acostumbro. La oscuridad, la
soledad y el rugido del mar eran mis acompañantes. De repente mis ojos se
posaron en un bulto traido por las olas. Lo tomé: era una bolsa cerrada con
cremallera. Llevado por mi curiosidad la abrí y en su interior apareció un
recipiente sospechoso. Ayudado por la luz del teléfono pude leer: Servicios Funerarios
San José. Tanatorios de Huelva S.A. El recipiente se me cayó de las manos.
Al momento recordé que lo que es de la tierra vuelve a
ella, ya que el mar no quiere nada que no sea suyo. A la vez pensé que los
familiares de aquel ser anónimo que en la urna se encerraba no podrán vivir
tranquilos mientras no den a las cenizas el merecido descanso. Y por lo que
aquel cuadro representaba, me parece que la cosa va para largo.
Traducción
del original en euskera, que publiqué en mi blog EtorkizunaEtorkizun el 22 de febrero de 2016.
Requiéscat in pace
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