Provengo de personas que, generación
tras generación, criaron y domesticaron bueyes y caballos, roturaron la tierra,
cortaron leña, recolectaron frutas y hortalizas y durante toda su vida
descansaron en la misma cama, tras duras jornadas al son metálico de la
obligada herramienta. En su pobreza creían en Dios como última solución. Y
murieron con la esperanza de una vida mejor.
Era época en la que se pensaba que el
pobre, que en el mejor de los casos comía chicharro, llegaría al coto celestial
más fácilmente que el rico que se atiborraba de exquisiteces terrenales. “El
rico merluza del infierno; el pobre gloria del cielo” ("Aberatsa, infernuko
legatza; pobria, zeruko gloria" ) dice
el refrán euskaldun, y de esta guisa delimitaban nuestros antecesores su modo de
vida sobre la superficie de este planeta.
Ahora hay veces en que la merluza
está más barata que el chicharro y por lo que dice la iglesia parece que ha
desaparecido el riesgo del infierno. ¿Qué es lo que diferencia, por tanto, al
rico del pobre?
Foto. Tere Anda
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