viernes, 15 de diciembre de 2017

EL VINO Y LA PALABRA



La uva es naturaleza y el vino arte, como lo son la voz y la palabra, respectivamente. La capacidad del habla se nos da por naturaleza y a través de la palabra somos capaces de crear vibraciones que pueden alegrar  o entristecer el espíritu. La voz es una capacidad innata y la palabra su herramienta, la potencial productora de arte. 

Se puede conseguir vinos diferentes de la misma cosecha. Todo depende de la habilidad y recursos de quien maneja la uva. Algo similar sucede con los discursos, ya que pueden resultar totalmente diferentes aunque se utilicen el mismo tema e igual tono e intensidad de voz. Unos serán dignos de aplauso y otros indiferentes o incluso condenables. 

Es imposible el arte a través de la palabra si en el ejercicio no se pone más que el orden y la grandilocuencia de los términos utilizados. Se necesita aportar un poco de alma si no se quiere que el discurso caiga en una retahíla de aseveraciones cuadriculadas. Y me estoy dando cuenta de que cuanto más viejo soy más me importunan los discursos cerrados, sin oportunidad a la chispa estimulante de sentimientos. No me interesan, los considero estériles. Quizás por ello, mientras la cuidadísima y ortodoxa intervención de un obispo me producen vibraciones negativas, el nerviosismo de una chica ante su auditorio pone en sus palabras algo similar a una caricia en momentos dolorosos. Esto último es arte. Lo del purpurado, disertación yerma.

Traducción del original en euskera, que publiqué en mi blog Etorkizuna Etorkizun el 11 de noviembre de 2017

Argazkia: Tere Anda

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