viernes, 15 de marzo de 2013

DIRECCION Y SENSIBILIDAD



El gobierno de cualquier colectivo está directamente relacionado con el compromiso ético del gobernante. ¿Perogrullada? Así debía de ser, pero si nos fijamos con atención en lo que sucede a nuestro alrededor enseguida nos daremos cuenta de que muy frecuentemente el gobierno –la dirección- se encuentra virgen de valores humanos, lo cual es fuente de inevitables fracasos, ya que a la fórmula para la gestión del colectivo le falta un componente sine qua non: el sentimiento positivo para con la persona.


Por cualquiera que sea el sistema de dirección, siempre debe de tener presente que no puede huir de las responsabilidades hacia el grupo humano. Hasta los sistemas más dictatoriales conocen que las personas conforman su materia prima y que deben incidir sobre ellas para que el entramado no se  les desmorone. Por lo tanto, nunca debe olvidarse que la dirección trabaja con personas. Y para llegar de la manera más acertada a sus dirigidos deberá gestionar la sensibilidad, por la simple razón de que ser sabedor de las necesidades emocionales de aquéllos es el primer requisito para el acierto en los objetivos finales. No hay otra: dirección y sensibilidad deben ir de la mano, si es que verdaderamente se desea  una exitosa gestión.

Parece –es lo que dicen los expertos- que el ser director/a se aprende. Sin embargo, aseguran que la sensibilidad nos viene dada desde el nacimiento. Lo que no admite duda alguna es que la vida es un asunto muy complejo, lleno de factores positivos y negativos. Y corresponderá a una dirección responsable la medición, ordenación y gestión de esos. Precisamente aportando ayuda en esa parcela del saber se esfuerzan desde hace años Juan Luis y Nerea Urkola. Ellos saben muy bien que dirección y sensibilidad son piezas inseparables en el gobierno de todo grupo humano. Y recientemente padre e hija han querido  regalarnos en forma de libro sus conocimientos tejidos tras larga experiencia en la formación de directivos. 
 

La sensibilidad es el obligado catalizador para que las relaciones humanas funcionen y en todo grupo social o institucional que luche por vivir ha de ser el sentimiento de pertenencia al grupo lo que dé cohesión al colectivo. Pero no es una empresa fácil, al ser una función con muchas variables. ¿Por qué? Sencillamente porque se trabaja con personas.



Juan Luis y Nerea nos ofrecen en su libro claves para la gestión de las vicisitudes del grupo. Como ellos dice, nuestra vida la pasamos estudiando, enseñando, negociando, dirigiendo, animando, obedeciendo, trabajando en equipo, disfrutando, comprando, sufriendo, vendiendo… y en cantidad de otros cometidos. Por eso es totalmente necesario la interacción sensible positiva, que permita poder llegar hasta el otro y, a la vez, recibir de los otros aquello que satisfaga las necesidades propias y del colectivo.



“Dirección y sensibilidad” es un excelente libro, escrito en el acostumbrado estilo práctico y atractivo de sus autores. Como expresa el subtítulo de la obra, la  vida y la dirección hay que enfocarlas desde la pasión, la vocación y el sentido común. Virtudes que emanan a raudales Juan Luis y Nerea.  De nuevo, muchas gracias.




  Nota: este artículo lo publiqué en euskera en mi blog ETORKIZUNA ETORKIZUN el 4 de marzo de 2013

viernes, 1 de marzo de 2013

AÑO DE NIEVES AÑO DE BIENES (1)



Si viviéramos en la sociedad cuasi unilineal de nuestros ancestros el adagio sería aplicable, en todos sus sentidos. Estando como estaban ellos acostumbrados a desarrollar su modo de vida con la mirada puesta  en el cielo, sabían perfectamente que la nieve –caída, eso sí,  de manera no violenta-  era un beneficio para su de por sí modesta economía. Debían conformarse con poco y las nevadas resultaban una bendición para sus huertas, campos y bosques. Y mientras no desaparecía el blanco manto del exterior y las condiciones meteorológicas  no les permitían el trabajo con normalidad, nuestros abuelos y abuelas permanecían al arrimo del fuego bajo, sin prisa, esperando que el cielo les propiciara el día adecuado para reanudar su acostumbrado ritmo diario. 

Haciendo caso a la sabiduría popular, podríamos aventurar que las tormentas de nieve que hemos tenido estas últimos semanas harán su efecto en la floración del fruto en nuestros robledales y el próximo otoño abundará en ellos la bellota. Lo que no tengo muy seguro es si actualmente nuestros aldeanos recolectan como antaño dicho elemento al haber disminuido hasta cotas simbólicas la presencia del ganado en sus caseríos. Pero, en cualquier caso, este hecho no resta credibilidad al viejo refrán.

 De lo que sí cojea la frase es de su posible aplicabilidad. Porque es más que cierto que actualmente la nieve trae poco bien y muchos quebraderos de cabeza y problemas a la sociedad multilineal que hemos levantado. Incluso, por supuesto, a los habitantes de los caseríos que viven mirando a la calle y no al cielo. La complejidad de nuestra sociedad está arrinconando más y más el saber popular.
L  (1) La expresión similar en euskera es Elur urte ezkur urte, que literalmente significa Año de nieve, año de bellotas.


  Nota: este artículo lo publiqué en euskera en mi blog ETORKIZUNA ETORKIZUN el 25 de febrero de 2013


viernes, 15 de febrero de 2013

CONSOLIDANDO LAS DISTANCIAS MENTALES (también en los medios euskaldunes)



En alguna época llegué a pensar que las nuevas tecnologías nos acercarían la noticia. Pero, al igual que sucede con la verdad, he podido comprobar que ese pensamiento mío puede tener infinidad de caras que, por su parte, nos muestran a las claras que las tecnologías son neutras, sin capacidad propia de maniobra.

 Las tecnologías no podrán nunca por sí mismas superar las distancias. Y estarán sometidas siempre a la voluntad de los humanos, manipuladas y dirigidas por ellos. La energía nuclear, per se, no es ni buena ni mala. Su utilización es la que marca el signo cualitativo. Es más, lo que para algunos es bueno para una mayoría puede resultar perjudicial, a tenor del resultado inducido en el colectivo. Es decir, que a la postre el resultado de la acción depende básicamente de la voluntad de las personas, siendo la tecnología una mera excusa.

 Más insalvables que las geográficas resultan las distancias mentales. Mientras aquellas pueden ser reducidas, los enrevesados mecanismos de las segundas dificultan una y otra vez el acercamiento entre las personas. En vez de buscar una solución se enredan en oscuros laberintos difíciles de explicar.

 Para bien y para mal, son los sesudos dirigentes de los medios que utilizan las nuevas tecnologías los responsables del resultado de su aplicación. Y aunque esas puedan hacer mucho por abordar la necesaria reducción del espacio que separa a los ciudadanos, no se avanzará ni un milímetro en el acercamiento si no existe voluntad por lograrlo. Las cortapisas mentales son las más peligrosas y de esas tenemos cantidad de muestras diarias en los medios de comunicación euskaldunes.

zurkain@euskalnet.net 

Traducción del artículo que escribí en euskera en mi blog Etorkizuna Etorkizun el 21 de enero 2013

viernes, 1 de febrero de 2013

LA GENUFLEXION




La genuflexión es un hecho cien por cien insalubre, nada más y nada menos que desde que en la noche oscura de la historia tomó cuerpo la diferencia entre buenos y malos. Razones religiosas o de sometimiento social son las que han extendido sus tentáculos punitivos en un intento por negar y esterilizar la acción reflexiva en libertad. La genuflexión se ha relacionado con la virtud de la humildad, en aras a hacer más llevadera a la persona la dependencia hacia su superior. Pero la humildad, para que sea verdadera, ha de darse desde la igualdad. En caso contrario es mentira, fraude.

La genuflexión no es más que una demostración inducida del sentimiento del miedo. Y la acción marca el nivel de cobardía, escenificándose a la clara en el movimiento del  genuflexor síntomas graves de sometimiento espiritual. Sin embargo, la genuflexión no se produce sólamente con el hincado de rodilla, ya que lo que persigue el gesto es la alienación cada vez mayor del sujeto, amansándolo y sometiéndolo. La fórmula es lo de menos.


La forma de genuflexión viene dada, por lo tanto, por el tipo de palanca que se utiliza para que a través del olvido del valor de su persona se induzca al individuo a la alienación. Y en nuestra sociedad se han multiplicado hasta límites insospechados las categorías y modos para asegurar la dependencia. La genuflexión es la muerte moral de la sociedad y, tal como vamos, parece que la nuestra aprecia demasiado la compañía de la tétrica amazona.

 ¿Cómo se puede escapar de la esclavitud que supone la dependencia inducida? Poniendo en práctica una sola palabra: dignidad. Dignificando sin temor nuestra diaria participación en la vida romperemos las cadenas del sometimiento, y aunque nos resulte costoso, únicamente a través de ese proceder llegaremos a ser libres de doblar la rodilla ante nadie.

Traducción del artículo que escribí en euskera en mi blog Etorkizuna Etorkizun el 29 de octubre de 2012.  

viernes, 11 de enero de 2013

¡ME SIENTO GANADOR!


Dedicado a mis compañeros de la XII de la ESTE


Todavía se me hace raro ofrecer los espacios más largos del día a actividades sin ninguna productividad. Productividad, por supuesto, entendida en parámetros económicos.
 
Últimamente he dedicado un tiempo bastante significativo a preparar la jornada conmemorativa de la conclusión por parte de un grupo de jóvenes de nuestra carrera universitaria, ahora hace cuarenta años. ¡Ha sido una gozada! Pero tengo que confesar que de vez en cuando tenía la impresión de estar burlándome de la obligatoria seriedad y rectitud que cuatro décadas de profesionalidad impusieron en mi carácter, ya que a cualquier hora de la mañana o de la tarde me entretenía en repasar el menú de la comida del día de la celebración, o me preocupaba por si mengano o zutano llegaría a tiempo a los actos programados. Y miraba a mi alrededor, de miedo a que alguien en actitud vigilante me reprendiera por mi comportamiento incorrecto. Pero tras un momento de zozobra, el recordar que desde ya hace un tiempo pertenezco a la clase pasiva, acreedor de la Seguridad Social, me devolvía la tranquilidad, lo que me permitía seguir analizando si el color del delantal que vestiríamos el día señalado era el correcto o no.

La constatación de haber traspasado una línea de edad nos ha traído a los de mi condición una serie de sensaciones contrapuestas. Por un lado, el recuerdo amargo de un mundo que ya no volverá. Por el otro, el dulce atractivo de un quehacer a elegir desde la libre opción. Y,  por lo menos en mi caso, la balanza siempre se inclina a favor de lo desconocido, como si supiera que la búsqueda continua no tiene fin. Por lo tanto, siempre salgo ganador.

Traducción del artículo que escribí en euskera en mi blog Etorkizuna Etorkizun el 17 de diciembre de 2012.