Llevo tres días en Bolonia por temas laborales y escribo estas líneas desde
la estación del tren, camino de Roma. En este mismo lugar y hace ahora diez
años una bomba ocasionó una terrible carnicería. Desastre que parece olvidado,
o que –seguramente- desean olvidar los boloñeses, conscientes de que recordar
poco más les puede reportar que más frustración sobre un hecho nunca del todo
aclarado. La investigación abierta sobre el atentado que ocasionó ochenta
muertes no trajo más que sombras a la situación de por sí más que oscura de la
política italiana.
Los periódicos de hoy hablan sobre el séptimo gobierno de Andreotti. Al
jefe del mismo, a quien ya se le conoce como Giulio VII, le recuerdan los
periodistas, entre otras cosillas, que aún está por aclarar la posible relación
existente entre la democracia cristiana y las brigadas rojas. Y, por si fuera
poco, le refrescan la memoria sobre las logias, el Vaticano y no sé cuántas
“connection”. De todos modos, ni los más optimistas confían en obtener luz
sobre esos temas. El estado y los partidos, como dioses todopoderosos, no darán
facilidades para ello.
En estos días he podido contemplar en las calles de Bolonia un anuncio
sobre unas jornadas universitarias. Decía el texto de los carteles: “E=mc2.
Scienza o magia?... Se capisco e´scienza. Se no capisco e´magia” Y a mí, el
mensaje me ha recordado a la democrática política italiana: ¡ser poseedores de
una fórmula adecuada para la gestión y tener que sufrir tanto oscurantismo,
tanto sofisma, tanto descerebrado...!
Cuando se lo he contado a mi amigo Xabier Mendiagak, éste me ha añadido: “Aquí
entre nosotros sucede exactamente lo mismo desde hace bastante tiempo: aquello
que los ciudadanos de a pie no llegamos a comprender, los partidos políticos
nos lo venden como algo intocable... para así poder ellos seguir engordando en su
autosacralización”
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