Es tan
amplia y complicada la polémica sobre la identidad, que siempre queda resquicio
para la duda, en proporción similar a la libre voluntad de la persona. Los
inflexibles, es decir aquellos dispuestos a imponer su teoría por encima de
todo, son peligrosos en su cerrazón mental, habiendo surgido las calamidades
humanas más horribles por culpa de la ortodoxia dictatorial.
Muy a
menudo acotamos el concepto de pertenencia a los límites del linaje, pero tan
pronto como rascamos sobre el mismo comienzan los resbalones. Yo por lo menos
tengo mis dudas, ya que no sé muy bien en qué lugar del puzzle debo colocar las
raíces de mi bisabuela riojana. Lo más cercano, quizás, como perteneciente a los
berones. ¿Pero cómo casa su linaje con el de los caristios? Y, por otra parte,
¿Cómo arreglo el lío que me produce en mi identidad el bisabuelo vallisoletano?
Por lo tanto, ¿Cuál es el origen de mis raíces?
Las
viejas paredes de los linajes se derrumbaron en la noche de la prehistoria,
pudiendo poner en duda, incluso, que hubieran existido alguna vez, sobre todo
si se piensa que el linaje es la única razón para delimitar los fundamentos del
colectivo humano. Los indicadores del linaje fueron desapareciendo a medida que
crecía la interacción humana. Y ésta siempre bailó al ritmo marcado por los
intereses, en cualquier lugar del mundo y desde el mismo momento en que el
hombre/mujer adquieren inteligencia.
Las
tribus –tanto las antiguas como los modernos ejemplos actuales- son mucho más
fácil de identificar. Y a los humanos se nos ha dado la opción de elegir a qué
tribus deseamos pertenecer, de forma activa o pasiva. Las tribus unen sus
objetivos alrededor de un eje común, no asegurándose jamás a nadie la
permanencia indefinida en ellas. De la
misma manera que surgen, desaparecen. Así de fácil.
Los miembros de una tribu se esfuerzan por llevar a
cabo su relación de la manera más engranada posible, siempre en favor de su
propio bienestar. Es por ello que las
personas enriquecemos nuestra vida gracias a las satisfacciones que emanan de
las distintas tribus a las que pertenecemos. La familia es una tribu. La
iglesia católica, también. Y el budismo. El Athletic y el Alavés. El PNV. Los
amigos del txikiteo. Los compañeros del grupo de teatro. Los del trabajo. Los
antiguos compañeros de estudios. Y puede continuar la relación de manera
infinita.
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