El libro de Joseba Zulaika "Ehiztariaren erotika"- la erótica del
cazador- atrajo mi atención incluso antes de su puesta a la venta. Aunque hace
mucho tiempo que abandoné mi afición cinegética –tampoco sé muy bien si alguna
vez la tuve- aún conservo frescas en la memoria las salidas al monte con una
escopeta del calibre 12 pequeño,
acompañando a mi padre, él sí magnífico cazador. En aquella época no había aparecido todavía la
pasión por la ecología, luego no creo que el hecho de que abandonara aquella
incipiente afición tuviera algo que ver con el respeto a los pájaros. La
fenomenal escopeta que años después me correspondió por herencia tampoco me
hizo volver a disparar.
Aun a pesar de la distancia existente entre la afición a
la caza y mis ideas sobre ella, reconozco que he leído con gusto las
reflexiones vertidas en el libro de Zulaika. He gozado con las atractivas
caminatas por los alrededores de Lastur-Mendaro, aunque nunca haya andado por
allá. Confieso que el jabalí que deja con un palmo de narices a los protagonistas
del libro también se burló de mí cuando conseguió huir de los perros de sus
perseguidores. Incluso la muerte de “Goiko” me sumió en cierta tristeza.
Sobre todo ello hablaba el domingo pasado con mi amigo Xabier Mendiaga,
paseando que íbamos como la mayoría de
los días festivos. “¿El jabalí... y la erótica?” me preguntó sonriendo.
Y continuó con su aserto: “Pues pienso que ya hay algo de eso. Escuché en
cierta ocasión que la dueña de un caserío de Marín, cuando su cónyuge llegaba
por la noche de la taberna cargado de vino por dentro, pero así y todo con
ganas de juegos en la cama, ante la incapacidad manifiesta del marido para el
amor le soltaba: “!Sacas más ruido que los jabalís en el maizal... para nada!”
Yo le tuve que aclarar, lógicamente, que la erótica a la que me refería no
iba por esos derroteros.
Foto: caza.net
Traducción del original en
euskera, publicado en Euskaldunon Egunkaria el 12 de febrero de 1991
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