No soy de los que creen
que la gloria le llegue a uno a través del sacrificio ajeno. Y rechazo de raíz
el autodidactismo sin límite, sobre todo el que proviene de los que desean
medrar en base al incomprensible autobombo. Entre esos dos límites suelo
colocarme yo a la hora de enfocar los atentados en el arte que en nuestro país
se producen sin tregua. O sea, soy de recorrido largo en capacidad de
comprensión.
En cierta ocasión,
hablando sobre las relaciones entre alumnos y profesores, Xabier Mendiaga me
recordaba que para saber si los docentes acertaron en sus planes de trabajo
hace falta que transcurra mucho tiempo, quizás una vida entera, y que en buena
ley la última decisión sobre el resultado obtenido no corresponde a los ex
-alumnos sino a sus descendientes. Pero parece que, según últimas
apreciaciones, hay mucho artista que no está muy en línea con lo que dice mi
amigo. Y pienso si estará equivocado, o si no será debido a que el mundo del
arte se encuentra muy pero que muy embrollado.
Hay en nuestro entorno
demasiados iñurrietas que se pierden en descalificaciones a incontables azpiazus.
Cuando creíamos que el yoismo sin fronteras como única vía de creatividad
estaba prácticamente desaparecido, nos damos cuenta de que estábamos
equivocados. Y vuelve a quedar a la vista que abundan los narcisos, incapaces
de nadar en ninguna dirección, pero siempre con el espejo en la mano, para
mayor gloria de su egolatría.
¿Tan difícil es
conformarnos con lo que tenemos (con lo que somos)? De vez en cuando deberíamos
recordar que el nombre del profesor (fama) se evaporará en el espacio infinito,
de la misma manera que lo hará el de los alumnos. La bolita de sabia simiente
que aquellos trataron de depositar en los más jóvenes se topa siempre con una
ruleta sin fin, que decidirá la suerte
de unos y otros.
Es triste sin paliativos
convertir el magisterio en comedero de cuervos y carroñeros. ¿Por qué? Porque al final todos los pájaros pelean
hasta sacarse los ojos mutuamente.
Traducción del original en euskera, que publiqué en Euskaldunon Egunkaria el 12 de enero de 1993
Para centrar mi artículo transcribo una noticia aparecida en El País, el 7 de enero de 1993
“Jorge Oteiza, que en esta nota niega haber
dicho que las esculturas de Ibarrola son peores que las obras de Chillida, ha
participado vivamente en la polémica desencadenada en el País Vasco a raíz de
la agresión del artista Santos Iñurrieta contra una escultura de Agustín
Ibarrola en una calle de Vitoria. Oteiza, en un artículo, defendió la acción de
Santos Iñurrieta.A los pocos días, un autodenominado Aralar Komando Kulturála
destrozó a martillazos. una estela funeraria de Oteiza dedicada al padre
Donostia en el monte Agiña (Navarra). Oteiza condenó la agresión a su escultura
y acusó a un antiguo alumno suyo, Koldo Azpiazu, como autor material de la
misma.
Oteiza se muestra partidario de "la
violencia contra los violentos" -dijo que su primera reacción al conocer
el destrozo de su estela fue tratar al autor del desaguisado como a su piedra:
"Destruirle la cara"-, y aseguró que "agredir una obra de arte
es una acción destructiva que no lleva a ninguna parte".
Fotografía: bibliotecadegotham.blogspot.com.es
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