Parroquia San Juan Bautista, Mondragón |
Hubo una época en que el
ritmo de los mediodías de verano en Mondragón lo ponía el toque de la
denominada letxuga-kanpaia (campana lechuga) Cuando los obreros estaban
a punto de salir de la fábrica, desde la torre de la iglesia un repique
especial recordaba a las mujeres que en breves momentos llegarían a la mesa sus
maridos, quienes tras frugal y
rápida comida volverían a sus puestos de trabajo. Al escuchar el sonido de la
campana, las mujeres que se esforzaban en los lavaderos públicos por sacar la
última colada corrían hacia sus casas para arrimar el puchero al fuego o
preparar la ensalada.
Las campanas han marcado
los biorritmos de nuestra sociedad. Y como nos muestra el ejemplo que he
puesto, no solamente en las áreas rurales, si bien es cierto que las campanas
han “mandado” de modo especial sobre los habitantes del campo, quizás por mayor
proximidad o porque el nivel de sometimiento era más acentuado. O por las dos
razones a la vez.
Las campanas de esta
tarde me han traído el acostumbrado
mensaje sabatino, con su tradicional cadencia. Me ha parecido un repique frío.
Está demostrado que el estado anímico de cada uno incide en el modo de recepción
del contenido del mensaje, y dos cartas escritas en un mismo sentido pueden
ocasionar reacciones encontradas en quien las recibe. El toque campanil de esta
tarde no me ha producido ninguna buena vibración. Por el contrario, mi espíritu
se ha ensombrecido, como si el sonido me hubiera transmitido una especie de
choque inexplicable entre un pasado
lejano y un hoy inalcanzable.
Iglesia San Esteban, en el barrio Udala de Mondragón |
El campaneo de este sábado tarde ha vuelto a encender en mí una
sensación de anacronismo, reafirmándome el mensaje llegado desde la torre en
que en la actualidad el mismo no significa absolutamente nada en mi vida
espiritual. Las campanas, al fin y al cabo, han sido los relojes de la vida
sagrada de nuestros pueblos y el recordarlo me convence de que hoy en día están
de sobra, ya que el rezo de las vísperas y del rosario vespertino son fósiles
sin capacidad de encender ningún tipo de sentimiento.
Los toques de campanas,
por lo tanto, son inútiles manifestaciones si los consideramos como indicadores
de usos sagrados. Podrían tener sentido, sin embargo, como preservadoras de la memoria histórica. Analizándo desde
ese punto de vista el sonido más lúgubre de una campana puede convertirse en
sonido alegre. Para que mi espíritu no se ensombrezca, en adelante quitaré al
mensaje de las campanas toda connotación religiosa. De esta manera creo que
se me harán mucho más agradables. Y, seguro, que necesarias.
Traducción del artículo que escribí en euskera en mi blog ETORKIZUNA ETORKIZUN el 2 de abril de 2012
Traducción del artículo que escribí en euskera en mi blog ETORKIZUNA ETORKIZUN el 2 de abril de 2012
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