Cuando se está investigando el tamaño del posible delito que ha cometido Iñaki Urdangarin, me
parece terriblemente frívola la postura de muchos medios y personajes públicos.
A mi edad debería de estar acostumbrado, pero sigo enrabietándome con las opiniones y reacciones que observo.
Y aunque me esfuerzo, no puedo entender cómo puede darse tanta imbecilidad, en
un colectivo humano al que, en principio, se le supone inteligente. Pero,
señores, ¡estamos hablando de España!
Para empezar,
Urdangarín debe de pasar por el juzgado. Y tendrá que dar explicaciones sobre
sus negocios, como lo tendría que hacer cualquier otro ciudadano. Desde su
responsabilidad en el tema del que le puede derivar delito, Urdangarín ha
actuado con una prepotencia insultante. No sé si eso es característica innata o
le viene de la familia política a la que pertenece; pero no importa, ya que
sencillamente deberá despejar la sombra de duda por ser poseedor de un
Documento Nacional de Identidad español.
El coordinador
general de Izquierda Unida Cayo Lara ha pedido al rey español que reprenda a su
yerno. ¡Hombre! Vayamos por partes: ¿Reprimenda? Como en cualquier otra familia
que se precie, el suegro puede abroncar al marido de su hija. De la misma
manera que éste puede hacerlo con aquél. En eso podría estar de acuerdo con
Lara. Pero abroncar ¿quién? ¿El rey? ¿El de España? Cayo: ¿con qué autoridad
moral? ¿Cómo podrá enseñarle el jefe del estado español nada sobre ética a su
yerno? Estoy hablando de ética de negocios. En ese aspecto, hace ya mucho que
aprendimos lo que Aristóteles pensaba sobre los negocios chrematisike: no
generan virtud, y el macedonio consideraba parásitos a quienes lo practicaban.
Algunos han
considerado el caso Urdangarín como un nuevo paso para la desaparición de la
monarquía. Subrayando que me considero republicano, he de recordar que casos
como el del zumarragano se dan abundantemente en las repúblicas. Ahí están los
casos de Berlusconi en Italia, de Giscard d´Estaing en Francia, de Kohl en
Alemania y un etcétera largo. El sistema de gobierno no garantiza las buenas
prácticas, la transparencia ni la ética.
En los negocios de
Urdangarín no huele bien. Es más, hay también indicios de fraude. Por lo tanto,
un juez deberá decidir si el representante de una institución política
anacrónina y no democrática se ha lucrado, crematísticamente. En
cualquier caso, y antes de conocer el veredicto, estoy con Aristóteles. Son
parásitos.
Traducción del original
en euskera, publicado en mi blog ETORKIZUNAK ETORKIZUN el 13 de noviembre de 2011
Argazkia: casareal.es
No hay comentarios:
Publicar un comentario