“Ajo, ¿por qué estás ruin? ¡Porque no me sembraste por San Martín!” dice un refrán español que esta mañana me ha enseñado un amigo entrado en años de Ullibarri Gamboa. Y durante todo el resto del día he tenido presente esas palabras, que me encajaban perfectamente con la jornada de elecciones que estábamos viviendo. Por supuesto, sin conocer el resultado pero consciente de que nos iba a caer una cosecha ruin le he dado una y otra vuelta al viejo adagio.
Han transcurrido cuatro años desde que les auparon a la pieza de ajos y no han sido capaces de recolectar como era su deber. Más aún: el sembrado ha quedado seriamente tocado, con grandes dificultades para su recuperación responsable. Sí, sí; ya sé que en los distintos escenarios del mundo se representa la misma obra, y que en ninguno de ellos el público está por aplaudir. Conozco, por supuesto, que queda muy lejos de los políticos la solución a la crisis estructural, y que un gobierno nuevo tampoco tendrá libertad de movimiento.
Pero, kontxo!, no
me negaréis que no se olvidaron de sembrar por “sanmartines” ¡Así les han
salido los ajos! Como muchos otros más, estoy votando en las generales desde
1977. Y puedo decir que nunca jamás he acudido con tan poca ilusión a las
urnas. Tras treinta y cuatro años me he dado cuenta de que el sistema político
tradicional está amortizado. Que no podemos esperar nada de los dos partidos fagocitadores,
incapaces ellos de describirnos sus diferencias. El estéril sistema bipartito
nos cierra las puertas, éso sí, con la ley en la mano. Y, queda a la vista, esa
alternancia no hace sino engrasar las maquinarias de los dos partidos
mayoritarios.
El PSOE ha perdido
las elecciones. Y la derecha española ha dado un sonoro golpe encima de la
mesa. Los unos no sembraron los ajos a tiempo. Los otros los abonaron con
dejadez, porque les iba bien en el juego. Y los perdedores hemos sido todos,
así de sencillo. Nos hemos quedado sin ajos de fundamento.
Ahora nos tocará
sufrir el rodillo de la mayoría absoluta, la situación menos deseable en una
democracia. Será cuestión de años, muchos años. Y desde esta esquina del estado
español deberemos comenzar a inventar una nueva forma de hacer política
racional posibilista. Con lo que ello conlleva de riesgo, al poder quedar, sin
enterarnos, engullidos por el sistema de partidos que critico
La diferente
sociología de Euskal Herria, reflejada en los resultados, deja la puerta
abierta a la esperanza. Una esperanza no tanto política –no, por lo menos, por
la aplicación inmediata del resultado- sino para una regeneración ética de
nuestra sociedad. Caminamos, que no es poco.
Convencido de que
hay que “estar en Madrid”, no tengo duda de que nuestro primer terreno de juego
está en Euskal Herria. Y esta afirmación ha quedado hoy confirmada. El
resultado obtenido –teniendo en cuenta que era muy difícil alcanzar los niveles
de las municipales- hace que en la CAV nos podamos sentir esperanzados.
Por lo que respecta
a Mondragón, mi observación debo dirigirla por el mismo sendero que en el
párrafo anterior. Nuestro microcosmos muestra características semejantes a las
de la totalidad de Euskal Herria. Valgan, por ello, las consideraciones
efectuadas.
Traducción del original en euskera, publicado en Mondraberri
el 20 de noviembre de 2011
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