viernes, 20 de enero de 2012

PERDIDOS EN FIESTAS

Andamos metidos en fiestas hasta las cachas, fiestas a las que nos es difícil adivinar su verdadero origen. Celebradas hoy en día en su mayoría de una forma profana, el misterio de la fiesta no se nos descubre ni a través del derroche de luz que suele envolver la propia celebración, y el pueblo resucita ritos, signos y maneras, sin conocer la lógica a la que corresponden.

Pero es muy posible que la lógica esté fuera de lugar en las actuales fiestas, ya que –sin que importe su tipología- una manipulada manifestación folklórica ha tomado el testigo de la razón primigenia. Si al colectivo humano no le preocupa hacia dónde se encamina, la ausencia de lógica no tiene por qué ser un problema, pudiendo tranquilamente seguir atrapado en su desorientación..

El elemento religioso –relacionado estrechamente con la superstición- ha ido perdiendo fuerza, de forma inversamente proporcional a como se ha implantado el assem habeas assem valeas.  La misma significación de la Navidad ha pasado al pelotón de lo desconocido y aunque la fiesta aún no ha llegado a ser una atracción ofrecida por las agencias turísticas –por lo menos en nuestro hemisferio norte- todo se andará. Y si no, al tiempo.


Está claro que las personas necesitamos de las fiestas y cuando éstas pierden su sentido práctico –en el sentido amplio de la palabra- por razones fundamentalmente comerciales se comienza a buscarles sustitutos artificiales. Un inventado sentimiento colectivo ha sentado sus reales –muchas veces sin que la sociedad se aperciba de ello- sobre la concepción de las fiestas. Todas ellas son el reflejo  del colectivo humano, y están convertidas hoy en día en la mayoría de los casos –por no decir siempre- en el paradigma de la artificialidad. Lo que antes –con total seguridad- representaba la vida de la sociedad, se ha transformado hoy en un movimiento inducido, desde vete tú a saber dónde, del colectivo que las promueve. Es decir, en una demostración folklórica sin valor y sin raíz alguna.

 Se pasó de las fiestas surgidas desde las creencias anteriores a las religiones regladas, a las marcadas por éstas  en rojo en los calendarios, sin que se rompiera la cadena. En las sociedades planificadas, por su parte, desaparecieron las fiestas religiosas y se abrieron las puertas a otras celebraciones de diferente alma e ideología. En las de nuestros días, se han adecuado los modelos al plano del hombre y la mujer contemporáneos, y la superchería impera sin piedad, protegida de un manto rosa adornado de relucientes estrellas.  Es decir, la falsedad cubre el razonamiento humano, de forma más violenta que nunca. Y saltamos de fiesta en fiesta, sin pararnos a reflexionar por qué lo hacemos. Es la cohesión de la tribu humana la que da consistencia a la fiesta, tomada como hito en las celebraciones populares. La dispersión y proliferación cada vez mayor de tribus ha hecho perder profundidad al significado de la fiesta, multiplicándose a su vez su número y dándose así mismo  infinidad de  casos de total desaparición. De día en día son más las fiestas cuyo sentido ha sido olvidado. Andamos perdidos en fiestas.

Fotografía: Tere Anda

Traducción del original en euskera, publicado en mi blog  Etorkizuna etorkizun, el 2 de enero de 2012

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