jueves, 5 de enero de 2012

REGALOS


Los regalos pueden ser de múltiples tipos, si bien el objetivo final no es otro que transmitir al regalado sensación de simpatía por parte de su obsequiador. Con matices, pero en el fondo ese es el objeto del regalo. 

Los cumpleaños, cualquier día elegido por los comerciales para hacer vibrar con fuerza el amor entre personas (La Madre, el Padre, San Valentín...)  los momentos felices tras haber superado los exámenes, los previos a preparar el presupuesto del próximo ejercicio en empresas y administraciones etc. Todas esas y más son las ocasiones propicias para obsequiar. Y cualquier regalo es válido para hacer surgir la comunicación interpersonal más interesada.

De todos modos, si bien ese es el patrón corriente, no quiero decir que los regalos, sin más, atraviesen muros anímicos infranqueables y susciten en el regalado sentimientos de agradecimiento sin freno. Tras el regalo qué viene puede pensar inmediatamente el que lo recibe y el más mínimo recelo para con el remitente puede echar por tierra el oculto deseo de éste.

Minutos antes  de ponerme a escribir estas líneas he recibido una caja de vino. Quien me lo remite debe sentirse deudor por algún favor que en su día le hice y se ha gastado una pasta en un obsequio consistente en botellas de Rioja cosecha de 1981. Le agradezco de corazón, pero ha cometido un pequeño error: no bebo alcohol. Por lo tanto, ya me dirá él qué voy a hacer con un regalo que no me encaja.

Pero, bien pensado, quizás me ahorre la papeleta de elegir un objeto con que obsequiar a algún tercero con quien me sienta por mi parte obligado. Es decir, la cadena no se va a romper. Lo más importante –como hubiera afirmado mi amigo Xabier Mendiaga-  está en el contenido del mensaje y no en su ropaje.

Foto: Tere Anda

Traducción del original en euskera, que publiqué en Euskaldunon Egunkaria el 6 de octubre de 1991

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